El pasado 23 de junio accedía a la sede de la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, la profesora de Educación Artística del CUCC Sandra Blanca Aranda para participar en el evento “Las artes como vínculo de cooperación cultural para el desarrollo de la educación entre los pueblos”, encuentro que reunió a embajadores, ministros, académicos, artistas y escritores de todo el mundo en el marco del Tercer Congreso Mundial de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional (ANLMI) con el apoyo de la Misión Permanente de Guinea Ecuatorial.
A través de su ponencia “La educación artística como un derecho. Repensar su lugar en las escuelas“, Sandra Blanca, Licenciada en Bellas Artes y arteterapeuta, ofrecía una profunda reflexión sobre cómo las artes tienen la facultad de mejorar la calidad de vida de las personas, la importancia de cuidar el lugar del arte en las escuelas e integrarlo en la cotidianidad del aula para que deje de competir con otras materias e hibridarse con ellas y la promoción de la educación en artes para “formar ciudadanos críticos en una sociedad saturada de imágenes y discursos simbólicos, donde la inteligencia artificial asume el rol del creador y donde impera el consumo sobre la creación”.

Toda tu trayectoria profesional está vinculada a las prácticas artísticas en el ámbito educativo. Como ella misma dice, desde que tiene memoria, su vida está vinculada a la creación, a las artes y a la expresión visual. ¿Desde cuándo tienes memoria?
Las primeras experiencias creativas las tuve cuando era muy pequeña jugando con una “masita”, observaba cómo caía y simplemente me quedaba ahí, en el proceso, sin necesidad de construir algo. Ahora mismo, al preguntarme por el origen, me ha venido ese recuerdo y me he dado cuenta de que realmente era muy pequeña. En el colegio, me entusiasmaban las asignaturas que tuvieran que ver con la creatividad y, en casa, mi mejor entretenimiento era crear cuentos y dibujar.
Blanca cursó el Máster en Arte, Creación e Investigación de la Universidad Complutense y más tarde el Máster en Arteterapia de la misma universidad, especializándose en los ámbitos psicosocial, clínico y educativo. Además de artista multidisciplinar, ha dedicado gran parte de su vida profesional a facilitar procesos creativos a diversos colectivos como, por ejemplo, a adultos con diversidad funcional en colaboración con la Asociación Debajo del Sombrero; ha colaborado también con la red de escuelas Infantiles de Madrid; con el Foro Iberoamericano de Arteterapia, con menores y sus familias de las plantas de pediatría del Hospital La Paz de Madrid y también con el programa “Color en orfanatos” en Nadiad (India).
La experiencia en el orfanato de Matruchhaya en Nadiad (India) fue la que me hizo darme cuenta de la importancia que tenían las artes para las comunidades, para los niños, para los adultos y para todo ser humano porque, gracias al trabajo con niños, vi que se podía extrapolar, porque hasta ese momento toda mi trayectoria iba enfocada a mi propio proceso creativo como artista, sin darme cuenta de lo que estaba pasando en mí durante ese proceso, de todos los beneficios que el arte provoca y que podía compartir con otras personas.
Cuando aprecié los cambios que se producían en la autoestima de los niños, en su alegría y en el interés que ponían en la belleza que estábamos llevando a ese lugar, me di cuenta de que había algo importante y me puse a investigar, por lo que decidí hacer el Máster en Arteterapia. Lo que pude observar y me sorprendió mucho es que, pese a la historia dramática con la que pueda cargar el niño en ese momento, gracias al juego con los materiales plásticos o artísticos, prevalece esa necesidad de expresarse, de crear, de jugar y de disfrutar.

¿Cómo surgió la posibilidad de participar en ese tercer Congreso de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna?
Debido a que tengo vinculación desde hace años con el director de la Academia, Francisco Santa Ana, y con la Presidenta fundadora de la misma, Rosalía de la Soledad, al estar la temática del congreso de este año muy vinculada a mi área de conocimiento, me invitaron y accedí con un gran interés, por lo que estoy muy agradecida.
¿Qué te llevas de tu experiencia en la ONU a nivel tanto personal como profesional?
Principalmente, haber podido escuchar a tantas personas que, al igual que yo, iban con un objetivo común y con mucha ilusión y entusiasmo, casi un entusiasmo un poco utópico, podría decir, pero salí muy ilusionada al ver que somos muchos los que estamos trabajando en la misma dirección. He estado allí para aportar mi pequeño granito de arena con total humildad, pero con también con la seguridad de que esto es algo importante.
¿Por qué consideras que la educación artística es fundamental en el desarrollo de los individuos, tanto de los niños y las niñas como de los adultos?
Podríamos hablar infinito sobre ello, pero al final se trata de que es algo esencial para el desarrollo del ser humano. La creatividad es algo innato. A mis alumnos del Grado les digo que es como un músculo que se puede ejercitar y que a veces está flojo, pero que en cuanto empezamos a hacer juegos, ejercicios o dinámicas, a trabajar con materiales, empieza a despertarse. Por esta razón, la educación artística es esencial para liberar esa creatividad y esa expresividad, pues además nos permite valorar la diversidad cultural. Y sobre todo, también importantísimo hoy en día más que nunca, la educación artística permite desarrollar la conciencia crítica.
Hablas de conciencia crítica y en ese sentido, en tu ponencia, haces hincapié en la posibilidad de mejorar la calidad de la vida de las personas a través de las artes ¿Cómo se puede transformar la sociedad a través del arte, qué impacto real puede tener?
Lo primero, a través del cambio en uno mismo, a través de la transformación en ti que esos procesos artísticos o la experiencia estética o las artes producen para que después puedas tener cierta sensibilidad, empatía, para poder percibir aquello que muchas veces tenemos delante y que no somos capaces de percibir. Una vez lo percibes, puedes cambiarlo, pero si no lo ves, es muy complicado. Las artes ayudan a visibilizar y a darnos cuenta de lo que sucede en nuestro entorno y, desde ahí, ponernos en marcha. La creatividad es un factor muy importante que permite ver de qué manera abordo yo una situación, cómo intervengo en la sociedad, pero antes de eso, lo primero es despertar esa sensibilidad.

Como profesora de educación artística, de futuros maestros que van a estar en contacto con estos niños y niñas, ¿qué rol le propones que jueguen en la promoción de la creatividad, de la expresión artística, cuando estén en sus centros educativos?, ¿cómo les provocas?
Precisamente recojo esta palabra, provocación. Les pregunto mucho cómo se ven y, a partir de ahí, reflexionamos sobre el rol del maestro como un provocador de experiencias, como alguien que pueda ofrecer espacios para el juego, para la exploración, para la expresión y para la creación. Entonces ese sería el rol, así es como veo a los maestros en las escuelas infantiles o en la etapa de primaria, como provocadores de experiencias.
¿Cómo experimentan los futuros maestros el contacto con el mundo creativo, cómo trabajáis esa sensibilidad por el mundo y por el arte?
Al inicio de la asignatura sobre si se consideran personas creativas y la mayoría contestan que no. Quizás sea por el concepto que tienen de creatividad. También reflexionamos sobre qué es la educación artística y percibo que vienen con la idea de que en mi asignatura lo que vamos a hacer es aprender a dibujar o a dibujar bien. Ante esto, intento que las clases sean muy vivenciales, que partan de su propia experiencia. Al final ellos se van empezando a considerar personas creativas. En mis asignaturas hay una estructura clara, unas consignas y objetivos que cumplir, pero siempre hay un margen de libertad en la creación para que ellos encuentren también su propio camino creativo y lo potencien desde la individualidad. Al principio me preguntan mucho y al final del cuatrimestre les veo con más seguridad y muchos me dicen que no se veían capaces de llegar a hacer lo que han hecho, de desarrollar esa creatividad propia.
¿Qué desafíos tiene hoy en día la educación artística en los planes de estudio, tanto a nivel universitario como en las etapas de infantil, primaria o secundaria?, ¿es adecuado el tiempo y el enfoque para el desarrollo de los niños y las niñas en la etapa obligatoria?
Uno de los principales desafíos sería asignar más horas a las materias artísticas, pero ello no depende de nosotros. Algo que sí se puede abordar para que se asignen más horas es el concepto, la toma de conciencia sobre cómo percibimos la educación artística y que las artes no se aborden como materias secundarias respecto de otras materias.
También sería interesante que integráramos los procesos creativos como las artes plásticas o la música a otras asignaturas, que sea transversal, que los docentes puedan incorporar recursos de experiencias artísticas a otras materias, que haya una fusión.
A nivel universitario, ¿cuáles son las claves para que futuros maestros y maestras puedan transmitir ese gusto por las artes, la pintura, la música, la escultura…?
Retomando otra vez el tema de la experiencia, es muy importante que, previo a que ellos lleven algo al aula, lo hayan vivido, lo hayan visto, les conmueva, les apasione, les inspire y desde esa inspiración lo puedan llevar. Si a ti no te inspira un artista, ¿cómo vas a poder transmitir nada a un niño? Por eso es muy importante que partamos de cosas que a cada uno le conmuevan, le inspiren o le toquen.
En otro orden de cosas, hace poco te hemos visto presentando y firmando una obra tuya en la Feria del Libro de Madrid...
Se trata de un cuento ilustrado y escrito por mí, titulado “Valentina”. Está basado en hechos reales y recoge las vivencias de una persona muy especial para mí, mi abuela. Cuando yo era niña, ella me cuidaba y me contaba estas historias que eran reales y que ella misma vivió. Hoy como adulta, me parecen de una gran crudeza al ser experiencias que vivió una niña de 7 años en la posguerra española en Madrid, en el barrio de Vallecas.
Como madre de una niña de 4 años y un niño de 7, quería poder transmitirles estas historias de la manera en la que yo recordaba que las recibía de pequeña. Y se me ocurrió hacer este cuento que empecé cuando nació mi hijo y que he terminado este año, después de un parón muy grande, he podido terminarlo. Y ahí he volcado todo, todos mis sueños, todo mi ser en un cuento, que pueden entenderlo los niños a partir de 5 años pero que también va dirigido a los adultos, quienes van a poder hacer otra lectura diferente, al estar basado en hechos reales, pero con muchas licencias artísticas.